La creciente inclusión de soluciones robotizadas a trabajos tradicionalmente ejercidos por mano de obra humana presenta unos impactos fiscales con un riesgo todavía por descubrir
La generalización de la robótica en las diferentes actividades económicas va a generar la desaparición de numerosos puestos de trabajo, especialmente de aquellos con menor valor añadido. Dado que la “robotizacion” de las actividades industriales es imparable – no contar con ella implica perder la competitividad en un mercado cada más tecnológico – el dilema que presenta es saber cómo los diferentes estados afrontarán una sociedad con mayor desempleo y menores ingresos.
¿Qué es un robot?
En primer lugar, es importante definir qué se entiende por robot, ya que un robot sirve para desarrollar cualquier tarea que pueda ser automatizada. Actualmente, existen soluciones robóticas para una multitud de campos: hoteles, bares y restaurantes con robots mayordomos y robots cocineros; para el sector servicios y el sector industrial, aeronáutico y aeroespacial; robots educativos o quirúrgicos; o robots asociados a la inteligencia artificial y la asistencia a cliente como bots y chatbots. Por tanto, su clasificación es muy variada.
En el imaginario colectivo, aparecen diferentes tipos de robots, especialmente antropomorfos (humanoides), que nos hemos acostumbrado a ver en los medios de comunicación. Sin embargo, la revolución que estamos viviendo va mucho más allá de eso. Por eso, se definen cuatro tipos diferentes de robots.
Robot Industrial: Son aquellos que tradicionalmente se ven en las líneas de montaje de fábricas, donde el trabajo es más peligroso. Los robots industriales son automáticos, programables y capaces de moverse en tres o más ejes – algunos llegan a tener hasta seis.
Robot de Servicios: Se trata de robots diseñados para realizar tareas sucias, repetitivas o peligrosas. El ejemplo más habitual de esta rama de la robótica son los aspiradores inteligentes, aunque también encontramos robos de servicios en la agricultura, la logística o la construcción.
Robots educativos. Son robots diseñados para servir como herramienta de aprendizaje en todos los niveles educativos, desde la educación infantil y primaria hasta los posgrados, donde sirven para familiarizarse en lenguajes de programación, como Arduino.
Nanobot: Se trata de robots cuyos componentes están en o cerca de la escala de un nanómetro. Se utilizan habitualmente en la medicina para viajar al interior del cuerpo humano y combatir algunas enfermedades o reparar órganos. También pueden realizar otras funciones, como limpiar el medio ambiente, detectar plagas o limpiar un derrame petrolero.
¿Es este un fenómeno nuevo?
En la historia ha habido tres diferentes revoluciones tecnológicas anteriores que han afectado al ecosistema laboral del momento con situaciones muy similares a las actuales. La primera, la industrial que tuvo lugar desde 1760 a 1840, supuso una revolución en la historia de la humanidad al introducir tecnología que facilitaba tareas que hasta entonces solo habían podido realizarse de manera manual. Entre sus principales avances, encontramos la máquina de hilar, la máquina de vapor, el ferrocarril o la máquina de escribir.
En aquella época, las dos terceras partes de la fuerza laboral eran mujeres y niños, y el 50% de los trabajadores moría antes de los 20 años debido a los accidentes y a las pésimas condiciones de trabajo. Si bien la situación llegó a empeorar al principio – al descubrirse enfermedades asociadas a las nueva tecnología y mayores accidentes por desconocimiento o malas condiciones laborales – finalmente las medidas pertinentes permitieron desarrollar una sociedad industrial mucho más avanzada.
Lo mismo ocurrió cona la revolución eléctrica y la más reciente revolución informática. Todas, sin embargo, fueron acompañadas de predicciones de pérdidas masivas de puestos de trabajo y una actividad económica que, al mismo, aumentaban cada vez más.
Con las tres revoluciones a nuestras espaldas y al borde de una cuarta, es importante tener en cuenta que, sin los avances, no se puede ni mejorar ni competir, incluso si esta tecnología destruye una parte del empleo tradicionalmente ejercido por humanos. Por ejemplo, es difícil imaginar ahora una agricultura sin tractores.
“La integración de los robots en las empresas está ligada a la llegada de la Cuarta Revolución Industrial o también llamada Industria 4.0. Su objetivo es el de combinar los procesos automáticos actuales y las tecnologías inteligentes que existen hoy en día para crear nuevas líneas automatizadas que permitan tener acceso a todos los datos necesarios en tiempo real”, explican desde El País.
De nuevo, las predicciones de pérdidas de trabajo masivas han vuelto a aparecer, pero las estadísticas señalan una realidad diferente. De acuerdo con la OCDE, tan solo el 14% del empleo en el mundo corre el riesgo de ser automatizable en los próximos años, y otro 32% de ese empleo podría ser susceptible a cambios en el modelo de negocio con la automatización, integrando aspectos robotizados en los hábitos del mismo.
En el caso de España, un informe de Caixabank de 2015 estima que alrededor del 29% de los empleos tienen un perfil bajo de ser automatizados; el 28% tiene una probabilidad media y el 43% restante presenta una alta probabilidad. Pero el informe de la OCDE señala que solo el 12% de los puestos de trabajo en España están en alto riesgo de desaparición por la robotización de la economía. Si bien en ningún caso se trata de paranoia, los datos apuntan a unas predicciones menos alarmistas.
¿Por qué aplicar impuestos a estas nuevas tecnologías?
Dada esta perspectiva, ha aparecido el debate sobre el mantenimiento del estado de bienestar, que se sostiene gracias a la tributación de esos empleados. El magnate fundador de Microsoft Bill Gates ha sido uno de los pioneros en proponer una solución. «En este momento, al profesional humano que hace, por ejemplo, un trabajo por valor de 50.000 dólares (41.000 euros), se le grava una cantidad en diferentes impuestos. Si un robot sustituye ese puesto habría que aplicarle la misma carga a nivel de impuestos», explicó gates a Express.
Se abre así la puerta a la imposición de impuestos a los robots para que, de esta manera, se sustituya la aportación económica humana – en 2017, por ejemplo, las rentas del trabajo aportaron un 19,4% del PIB de la UE. El tema, sin embargo, es más complejo de lo que parece. “Si los robots impactan negativamente sobre el mercado de trabajo, ello incidirá en la recaudación impositiva, aspecto sin duda importante para las finanzas públicas si tenemos en cuenta que el gravamen del factor trabajo representa la fuente principal de ingresos en los sistemas fiscales”, secundan desde Cinco Días.
Sin embargo, matizan que “si los robots permiten aumentar la productividad y con ello los ingresos (al menos de los trabajadores más cualificados), la recaudación impositiva debe aumentar. Es decir, que la imposición indiscriminada de impuestos sobre los robots también puede tener efectos negativos sobre la economía y la recaudación”.
Por tanto, es importante valorar ambas partes de las consecuencias de la robotización, tanto las positivas como las negativas, teniendo en cuenta que la mejora de la eficiencia y la productividad también conlleva la necesidad de cambiar el marco regulatorio de la concepción del trabajo, prestando atención y centrándose en los nuevos retos de esta etapa industrial.
¿Cómo se impondrá esta integración?
“Con la integración de las nuevas tecnologías como la robótica, la nanotecnología o la inteligencia artificial, no se pretende dejar sin empleo al trabajador, si no permitirle que desempeñe unas tareas de mayor valor añadido y que sean las máquinas las que hagan ese trabajo más monótono”, explican de nuevo desde El País.
La automatización de tareas, por tanto, se dará en aquellas que sean predominantemente repetitivas, como las que estén basadas en datos o las que se den en cadenas de montaje. Esto tendrá como consecuencia no solo la desaparición de puestos de trabajo, sino la creación de nuevos tipos de puestos en los que se hará hincapié en el modo en que las personas y las máquinas pueden cooperar con mayor eficacia.
Los compañeros robots, o “cobots”, comenzarán a integrarse en la plantilla de múltiples industrias, haciendo que nuestra concepción tradicional tenga que evolucionar hacia el desarrollo de una fuerza laboral de cohabitación y cooperación. Incluso cabe la posibilidad de que los trabajadores del futuro no necesiten trabajar las mismas horas o en las mismas condiciones laborales que en la actualidad para satisfacer sus necesidades básicas.
Si algo ha demostrado el proceso de industrialización, además, es que se requiere mano de obra cualificada, que ofrezca un conjunto de habilidades laborales sin precedente hasta la fecha. Por ello, una buena manera de proteger no solo los puestos de trabajo sino el bienestar de los trabajadores y la retribución económica asociada a su labor de la incertidumbre generada es mejorar o ampliar el conjunto personal de capacidades y reciclar conocimientos.
En un mercado laboral cada vez más cambiante, es necesario que los trabajadores hagan un esfuerzo adicional para poder desempeñar trabajos más cualificados sin temer por un reemplazo tecnológico. La solución, para salvar a la fuerza laboral y el estado de bienestar, por tanto, está en el poder de adaptación de nuestro país.